EL CEDRO
En el inmenso espesor del bosque amazónico, se escuchaba un llanto lastimero, no se sabía de donde provenía, el llanto era tan triste, que los animales del bosque se preguntaban, ¿quién llora de tal manera? De pronto el llanto cesó ¿qué había sucedido?, en su curiosidad el mono Pichico había dado con el autor del llanto, era un inmenso, fornido y bello ejemplar de Cedro.
El Pichico muy rápido le pregunto, amigo ¿qué te sucede? ¿Porqué lloras?, el Cedro; le contesto, acaso tu, que estas aquí en mi copa más alta, ¿no ves?, que allí vienen los hombres a seguir talando indiscriminadamente el bosque, hoy me tocara a mí sentir la daga lastimera en mi tronco, tronco que mi madre naturaleza se encargo de cuidar; hoy el propio hombre con su m ano destruye su vida y lo hace para cubrirse de posesiones, sin darse cuenta, que nosotros los árboles damos cobijo a las aves que con sus cantos alegran la mañana, a los monos como tú, que con sus chirridos y gestos arrancan una sonrisa en el pasajero.
Pichico lo escuchaba atento y en actitud de consuelo le dijo; “amigo, es cierto todo lo que dices, sí el hombre cortara los árboles, sólo lo justo y necesario para cubrir sus necesidades, el mundo tendría menos problemas de polución”.
No llores más la suerte está echada, el mundo caerá por propia mano del hombre que en su afán de tener más va convirtiendo la tierra que e su madre en un mundo de cemento.
El Cedro y Pichico esperan valientemente al hombre que los matara por su soberbia de no conocerse a si mismo.
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